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La Gran Muralla Verde: ¿qué ha conseguido y cuáles son sus efectos?

La Gran Muralla Verde: ¿qué ha conseguido y cuáles son sus efectos? Doce años después de su lanzamiento, ¿está cumpliendo sus promesas la Gran Muralla Verde del Sáhara y el Sahel? ¿En qué fase se encuentra el proyecto? Veamos La Gran Muralla Verde es un proyecto de locos: una franja de millones de árboles que atraviesa el África saheliana de Este a Oeste en un intento de frenar la desertización, restaurar los ecosistemas y revitalizar la región, abandonada por un número creciente de personas que ya no pueden sobrevivir allí, sobre todo a causa de las graves y recurrentes sequías. Con objetivos tanto ecológicos como sociales, la Gran Muralla Verde tendrá 15 kilómetros de ancho y 7.800 kilómetros de largo, y atravesará 11 países desde Senegal hasta Yibuti. ¿El objetivo? Restaurar 100 millones de hectáreas de tierra en el Sahel de aquí a 2030, creando así 10 millones de empleos y fijando 250 millones de toneladas equivalentes de carbono. La iniciativa, apoyada por la Unión Africana y lanzada en 2007, despegó realmente en 2009 bajo el impulso del ex presidente senegalés Abdoulaye Wade. Aunque lleva 12 años gestándose, el proyecto ha tardado en despegar. Lastrado por los conflictos que asolan la región, la falta de recursos financieros y la falta de determinación, sólo se ha desarrollado el 4% de los 100 millones de hectáreas. Una mirada retrospectiva a este ambicioso proyecto, a través de las esperanzas que suscita y los obstáculos que se oponen a su realización. La Gran Muralla Verde: un proyecto de desarrollo sostenible ¿Quién y cómo plantó la primera semilla de la Gran Muralla Verde? Hagamos una mirada retrospectiva a la génesis del proyecto. Desertificación, sobrepastoreo, inseguridad alimentaria: el Sahel en ebullición El África subsahariana se enfrenta a multitud de retos, muchos de ellos interrelacionados: seguridad alimentaria e hídrica, reducción de la degradación del suelo, gestión sostenible de los recursos naturales y los ecosistemas, y reducción de la pobreza extrema. Estos retos se agravan en el Sahel. Cada año, el Sáhara avanza hacia las sabanas del sur del Sahel, una región especialmente vulnerable al cambio climático y a la presión de la actividad humana. El aumento de las temperaturas y la modificación de los regímenes de precipitaciones tienden a agravar los riesgos medioambientales. Las sucesivas sequías de los últimos 60 años están causando problemas a la agricultura. El empobrecimiento de los suelos está provocando la desaparición de cultivos vitales. En esta zona, el 70% de la población depende de la agricultura para su subsistencia. Además, casi el 95% de la agricultura africana es de secano, es decir, depende de las lluvias. La gran variabilidad del clima y la escasez de precipitaciones hacen que la región sea aún más vulnerable. Esta variabilidad climática se ve agravada por factores antropogénicos como la sobreexplotación de la tierra, los incendios de matorrales y el pastoreo excesivo, que provocan altos niveles de pobreza. Es probable que estos retos se vean exacerbados por el constante aumento de la población de la región, que se espera que aumente en 1.400 millones para 2030 y en 2.100 millones para 2050, así como por los conflictos que asolan varias regiones del Sahel. Estos retos multidimensionales e interdependientes chocan con la limitada capacidad de adaptación de los sistemas socioeconómicos y agropastorales. La FAO calcula que en el Sahel hay 29,2 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria, de las cuales 9,4 millones pueden sufrir déficits alimentarios extremos. Como consecuencia, se producen movimientos migratorios al huir la gente de la zona, lo que crea tensiones con las regiones vecinas. Por todo ello, la adaptación se perfila como una prioridad de la política climática en África, y se han creado diversas instituciones para luchar contra la desertificación y la sequía, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Esta dimensión debe integrarse en los proyectos de desarrollo: la Gran Muralla Verde es un ejemplo emblemático. Aumentar la cubierta forestal: una estrategia de desarrollo sostenible para la región ¿Cuáles son los beneficios de la reforestación en la región? La plantación de millones de árboles en el marco de este ambicioso proyecto presenta numerosas ventajas y permite albergar muchas esperanzas. Ecológico: un arma en la lucha contra el cambio climático y la desertificación En primer lugar, es importante recordar que la plantación de bosques trae lluvia y crea una atmósfera más fresca. El 90% de la humedad de la atmósfera procede de la evaporación de los océanos y de las grandes extensiones de agua dulce: el gran ciclo del agua. El 10% restante se debe a la evapotranspiración de las plantas en tierra, lo que constituye el pequeño ciclo del agua. Gracias a la energía proporcionada por el sol, los árboles extraen agua del suelo a través de sus raíces, que luego elevan a la parte superior y liberan a través de sus hojas. El agua se evapora y acaba formando nubes de lluvia. Se trata de un mecanismo esencial para los árboles, porque cuando llueve, parte de la lluvia es recogida por la cubierta forestal y se evapora muy rápidamente. El resto que llega al suelo alimenta de nuevo las raíces de los árboles, y el ciclo vuelve a empezar. La circulación del agua en el pequeño ciclo funciona especialmente bien allí donde todavía hay zonas de bosque contiguas lo suficientemente grandes como para almacenar humedad. Otra ventaja es que los árboles no sólo ayudan a combatir el cambio climático, sino que también contribuyen a mitigarlo al almacenar dióxido de carbono. Cuanto más viejo es el árbol, más CO2 almacena. Por término medio, la mayoría de las estimaciones sugieren que un árbol recién plantado almacena entre 10 y 50 kg de CO2 al año (con una media de 20-30 kg al año para los árboles más comunes). En el plano socioeconómico: plantar árboles ayuda a combatir la pobreza y la inseguridad En primer lugar, plantar estos árboles y mantenerlos adecuadamente requiere mano de obra. Por lo tanto, el proyecto genera puestos de trabajo: algunas personas se encargan de regar los árboles, otras de vigilar las vallas que rodean las parcelas para evitar que el ganado se coma los brotes jóvenes… En segundo lugar, la plantación de árboles frutales combate la inseguridad alimentaria y la pobreza. También es bueno para el ganado, que puede alimentarse de los frutos y las semillas de los árboles una vez que han crecido lo suficiente. Probablemente la forma más rentable de promover la paz, la seguridad, el desarrollo y la buena salud sea financiar actividades generadoras de ingresos vinculadas a la tierra, que suele ser el principal activo de que disponen las personas más pobres. En tercer lugar, la Gran Muralla Verde fomenta el desarrollo y mejora el atractivo de la región. Senegal, el país más avanzado en el proyecto, ha visto cómo su zona septentrional se volvía más atractiva, pues los residentes ya no la abandonan y otros se trasladan allí en busca de trabajo. Y a se han creado más de 1.000 puestos de trabajo para gestionar las plantaciones. Los productos forestales también generan riqueza para la población local. «El proyecto de la Gran Muralla Verde no consiste sólo en plantar árboles. También se trata de proyectos. Proyectos de aldeanos, hombres y mujeres que podrán desarrollar nuevas actividades económicas. – Gilles Boëtsch, antropólogo y director de investigación del CNRS, autor del libro La Grande muraille verte: une réponse africaine au changement climatique. Por último, este proyecto de reforestación puede considerarse un arma pacífica en la lucha contra el terrorismo. Proporciona un medio de supervivencia a las poblaciones pobres que, de este modo, ya no se ven tentadas por los grupos terroristas. El alcalde de la comuna de Mboula en Senegal, Gori Ba, confirma la eficacia de la estrategia y dice: “Si la gente tiene lo suficiente para mantener a sus familias, y si los jóvenes tienen trabajo, no tendrán la tentación de unirse a los yihadistas. Les daré un ejemplo concreto. El cantón de Mboula tiene una superficie de 1.147 kilómetros cuadrados e incluye unas sesenta comunas. Si pudiéramos, por ejemplo, dar trabajo a un centenar de jóvenes, el resto de la población no tendría que buscar en otra parte de qué vivir. 100 jóvenes con trabajo dan de comer a 10.000 personas. Estoy seguro de ello. La lucha contra el terrorismo se contempla desde un prisma medioambiental como parte del proyecto, que es muy innovador“. La iniciativa de la Gran Muralla Verde aporta beneficios inmediatos a las comunidades locales y beneficios a largo plazo para el ecosistema a escala internacional. Demuestra que cuando los países se atreven a soñar, trabajan juntos y toman las decisiones correctas, es posible prosperar y vivir en armonía con la naturaleza. Y allí donde surjan ideas innovadoras, se producirán cambios positivos espectaculares que beneficiarán tanto a las comunidades locales como a las internacionales.

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